Las campañas de Aníbal en Iberia V – Batalla del Tajo

Continuación de Las campañas de Aníbal en Iberia IV – Consolidando las conquistas

Tras cruzar el río, Aníbal fue informado por sus exploradores de que un gran ejército carpetano estaba situado en su camino esperando para hacerle frente. Les acompañaban todos los olcades que habían logrado huir de la primera campaña de Aníbal en Iberia. Estos habían alertado a los carpetanos de la belicidad de los
punicos creando un ejercito para poner fin a sus metas, también se les unieron algunos salmantinos que se habían negado a aceptar el yugo de los cartagineses. El general púnico, sobrepasado ampliamente en número y con su movilidad reducida debido al botín que acarreaba, evitó el enfrentamiento con habilidad y prudencia retrocediendo hasta la orilla sur del río que acababan de atravesar, ordenando la construcción de un campamento defensivo que les ofreciera una protección temporal ante los enemigos.

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Tanto carpetanos, como vacceos y olcades eran tribus de filiación céltica, estando formado por grupos de guerreros unidos cada uno a su propio jefe por lazos de
dependencia, clientela o gentilidad. Estos grupos se componían de infantería con un entrenamiento y armamento desigual, ya que gran parte de sus miembros no eran guerreros profesionales. Su manera de combatir se basaba en formaciones densas que utilizaban la táctica de ataques iniciales masivos y muy violentos, pero carecían de la disciplina necesaria para sobreponerse a los reveses o resistir la adversidad.

Este ejército carecería de un mando único y estaba formado por 40.000 hombres, una escasa parte de ellos a caballo.

Con la coalición ibérica asentada frente al campamento a la espera de la batalla, el ejército cartaginés aprovechó la noche para cruzar el río pasando a la orilla norte y consiguiendo que sus movimientos no fueran advertidos por sus enemigos.

Los cartagineses habían construido su campamento defensivo y protecciones de tal manera que los carpetanos tuviesen que pasar por un sitio determinado para poder atravesar el río, provocando un efecto parecido al de la batalla de las Termópilas, obligando a un gran ejército a reducir el ancho de sus filas para poder avanzar y de esta manera anular en gran medida la desventaja de la diferencia numérica. Con esta táctica, Aníbal evitaba que los carpetanos pudiesen rebasar sus flancos aprovechando su abrumadora superioridad de efectivos.

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Entre carpesios y tropas auxiliares de olcades y vetones sumaban un ejército invencible si la lucha se desarrollara en campo abierto. Por ello, intrépidos por
naturaleza, confiando además en el número y creyendo que el enemigo había retrocedido por miedo, convencidos de que lo que retrasaba la victoria era el hecho de estar el río por medio, lanzando el grito de guerra se precipitaron al río de cualquier manera, sin mando alguno, por donde a cada uno le cogiera más cerca.

Aníbal había dado orden a la caballería de que atacasen a la columna entorpecida cuando la viesen metida en el agua. En cuanto la coalición ibérica se adentro suficientemente en el río, un enorme contingente de jinetes púnicos se lanzó al ataque, produciéndose un choque absolutamente desigual puesto que mientras el soldado de a pie, falto de estabilidad y poco confiado en el vado, podía ser abatido incluso por un jinete desarmado que lanzase su caballo al azar, el soldado de caballo,con libertad de movimientos para sí y para sus armas, operaba de cerca y de lejos con un caballo estable incluso en medio de los remolinos.

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Dibujo de un elefante cartaginés

Muchos perecieron en el río; algunos, arrastrados en dirección al enemigo por la corriente llena de rápidos, descubrieron que los cuarenta elefantes del ejercito cartaginés les esperaban en la orilla para dar buena cuenta de ellos, siendo aplastados hasta la muerte.

Los ibéricos que consiguieron regresar a su parte de la orilla, después de andar de acá para allá, se empezaron a intentar organizar. Pero Aníbal, que se dio cuenta de la situación, movilizo a todo su ejercito metiéndose en el río en formación de cuadro obligando a huir a los hispanos de la orilla.

Se estima que murieron unos 1.200 hombres de caballería y 1.000 de infantería por parte cartaginesa y unos 8.000 de infantería por parte de la coalición ibérica

Después de arrasar el territorio en cosa de pocos días recibió también la sumisión de los carpetanos. Desde ese momento quedaba en poder de los cartagineses todo el territorio al otro lado del Ebro, exceptuando a los saguntinos. Aníbal regresó con su ejercito a cartagena para pasar el invierno.

Continua en Las campañas de Aníbal en Iberia VI – Los tratados de la discordia

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