Batalla de Angaco VII – Consecuencias

Continuación de la Batalla de Angaco VI – El final de la batalla

Poco le duraría el triunfo a Acha. De Angaco volvía a San Juan, sin saber que Benavídez estaba en la ciudad. Al acercarse, Benavídez lo atacó el 18 de Agosto en la Chacarita (en las afueras de San Juan); pero Acha consiguió abrirse camino hasta el centro,                 refugiándose en la catedral, después de abandonar a los prisioneros de Angaco y gran parte de las armas tomadas. En la torre de la catedral resistirá cuatro días, debiendo rendirse el día 22 con los últimos cien hombres que le quedaban.

Benavídez hizo una promesa de vida al general Acha que desdichadamente no se       cumplió. Al ser conducido a Buenos Aires, una partida de soldados de Aldao raptó al vencido, fusilándolo a orillas del Desaguadero el 15 de septiembre. Su cabeza fue puesta en un algarrobo. No se sabe quien dio la orden del ajusticiamiento, Pacheco o Aldao,     pero Benavídez protestó con vehemencia para que no se cumpliese. Lo presumible es que a nadie –sino al carácter de esa guerra- se deba esa inmolación. Aunque, como dato a tener en cuenta, Acha era odiado por los federales por haber entregado a Dorrego en 1828.

Las relaciones entre Aldao y Benavídez quedaron resentidas por la derrota; esto se agravó debido a que el segundo fue nombrado, al poco tiempo, Jefe del Ejército Federal del Oeste y ganó prestigio militar a pesar de la derrota.

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Gregorio Aráoz de Lamadrid

Con respecto a la guerra civil, el general Lamadrid continuó su lento avance hacia la ciudad de San Juan y finalmente a Mendoza, que ocupó sucesivamente. Perseguido     primero por Benavídez y luego por el general Ángel Pacheco, fue definitivamente        derrotado por éste en la batalla de Rodeo del Medio, que terminaría con la resistencia unitaria por una década.

Anécdotas de la batalla

  • Teresa de Vargas, luego conocida como la difunta Teresa, figura de culto popular en Angaco, se desempeñó en las cercanías del frente, asistiendo a los heridos.
  • El mayor Melchor Aldao, sobrino del comandante federal, fue rechazado junto con su caballería, pero no se resignaba a retirarse. Clavó espuelas a su caballo y saltó la zanja hasta llegar a la línea unitaria donde alguien gritó ¡No maten a ese valiente!;        jinete y caballo cayeron rápidamente bajo las bayonetas unitarias.
  • En el fragor del combate algunos oficiales se desafiaban a duelo personal, de acuerdo a los usos de la época. Relatan que un oficial unitario y uno federal se desafiaron a duelo y tomando cada uno su fusil dispararon cayendo ambos muertos                       inmediatamente.
  • Crisóstomo Álvarez fue gravemente herido en la cabeza durante la batalla y se vio obligado a retirarse del campo de batalla para ser vendado. Inmediatamente de ser atendido, volvió ensangrentado al frente, causando el llanto de algunos de sus       soldados ante la muestra de valor y entrega. El prestigio militar de Álvarez, al            finalizar la batalla, fue inmenso.

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