Batalla de Angaco V – El final de la batalla

Continuación de la Batalla de Angaco V – La obstinación de Aldao

La caballería federal, a pesar de estar algo desmoralizada, se vuelve a organizar. Carga otra vez sobre las posiciones enemigas librándose otra vez un intenso combate. La       valiente actuación del Coronel Crisóstomo Alvarez, a pesar de recibir una grave herida, decidió la lucha a favor de los unitarios. La persecución se inicio, pero los jinetes         federales se cubrieron con los fusileros de la reserva, rechazando estos a la caballería de Alvarez.

Aldao, desesperado, ordena al comandante Rodríguez que cargue por la retaguardia enemiga; pero Acha, presiente el movimiento, hace girar súbitamente a sus infantes y éstos fusilan a quemarropa a los jinetes federales, cayendo el mismo Rodríguez.

El polvo levantado por las sucesivas cargas de caballería, el denso humo levantado por las constantes descargas de mosquetería y los disparos de los cañones, hacía que solo se viese a pocos pasos de distancia. Sumaba a esto el calor sofocante del día, la gritería de los combatientes y la lucha cuerpo a cuerpo, todo esto provocaba que los oficiales no pudieran darse claramente cuenta de la situación.

En un esfuerzo supremo, Aldao conduce personalmente a su diezmada infantería contra la de Acha; tropezando con la acequia, ordena a los soldados que hagan cuerpo a tierra, para no presentar impunemente un blanco fácil. Sus hombres se arrastran por los     pastizales hasta el mismo borde de la acequia, colocando sus fusiles – al igual que sus enemigos – sobre el borde de su lado. La distancia que separaba a los combatientes era de 6 varas escasas – un poco mas de 5 m -. Se produce entonces un intenso y violento intercambio de disparos, cubriéndose los soldados como podían, sin lograr ventaja ni uno ni otro.

La caballería unitaria hacia prodigios de valor comandados por Crisóstomo Alvarez,     rechazando una y otra vez a la caballería federal. Después de rechazar la última carga, Alvarez ordena volver grupas y ataca salvajemente otra vez a la infantería federal que, imposibilitada de moverse, no puede evolucionar para esperar el ataque de caballería enemiga. El mayor Barrera, jefe del Batallón Auxiliares de Mendoza, que había recibido varias heridas, hizo frente al ataque: sólo cuando no le quedaban mas que 44 hombres en las filas, rindió sus armas.

Eran aproximadamente las 17:00, empezaba a oscurecer y la suerte estaba echada.       Benavides ya había abandonado el campo de batalla y con su reducida tropa se dirigió a San Juan.

Acha quedó dueño del campo de batalla. Al revisar sus tropas, llegó a contar 280         hombres, con más de 200 prisioneros y la poca artillería conquistada, pues Aldao logró conservar la mayor parte. Pero ya no contaba más que con 300 hombres agotados,        heridos, sin varios de sus jefes más valientes y experimentados. El ejército federal     perdió más de mil hombres, la mayor parte de sus bagajes, y sufrió a 157 infantes         presos.

Continuara…

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