Batalla de Angaco VI – El final de la batalla

Continuación de la Batalla de Angaco V – La obstinación de Aldao

La caballería federal, a pesar de estar algo desmoralizada, se volvió a organizar; carga otra vez sobre las posiciones enemigas librándose otra vez un intenso          combate. La valiente actuación del Coronel Crisóstomo Alvarez, a pesar de recibir una grave herida, decidió la lucha a favor de los unitarios. La persecución se inicio, pero los jinetes federales se cubrieron con los fusileros de la reserva, rechazando a la caballería de Alvarez.

Aldao desesperado, ordena al comandante Rodríguez que cargue por la retaguardia enemiga. Acha, percatado del movimiento, hace girar súbitamente a sus infantes, y éstos fusilan a quemarropa a los jinetes federales, cayendo el mismo Rodríguez.

El polvo levantado por las sucesivas cargas de caballería, el denso humo levantado por las constantes descargas de mosquetería y los disparos de los cañones, hacía que solo se viese a pocos pasos de distancia. Sumaba a esto el calor sofocante del día, los gritos de los combatientes y la lucha cuerpo a cuerpo, todo esto provocaba que los oficiales no pudieran darse claramente cuenta de la situación.

José Félix Aldao

José Félix Aldao

En un esfuerzo supremo, Aldao conduce personalmente a su diezmada infantería contra los unitarios; tropezando con la acequia, ordena a los soldados que hagan cuerpo a tierra, para no presentar impunemente un blanco fácil. Sus hombres se arrastran por los pastizales hasta el mismo borde de la acequia, colocando sus        fusiles – al igual que sus enemigos – sobre el borde de su lado. La distancia que      separaba a los combatientes era de  poco mas de 5 m. Se produce entonces un       intenso y violento intercambio de disparos, cubriéndose los soldados como podían, sin lograr ventaja ni uno ni otro.

La caballería unitaria hacia prodigios de valor comandados por Crisóstomo           Alvarez, rechazando una y otra vez a la caballería federal. Después de rechazar la última carga, Alvarez ordena volver grupas y ataca salvajemente otra vez a la           infantería federal que, imposibilitada de moverse, no puede evolucionar para          esperar el ataque de caballería enemiga.

El mayor Barrera, jefe del Batallón Auxiliares de Mendoza, que había recibido           varias heridas, hizo frente al ataque. Sólo cuando no le quedaban más que 44          hombres en las filas, rindió sus armas. Ante tal acto, la infantería también claudicó.

El resto del ejército federal huyó hacia el interior de la provincia de San Juan. Eran aproximadamente las cinco de la tarde. La batalla se había extendido por siete horas, combatiendo sin descanso desde las nueve de la mañana. Por su parte, Benavídez se    dirigió hacia la ciudad de San Juan, donde reunió cuatrocientos hombres, simulando haber triunfado en la contienda.

Las pérdidas federales fueron enormes: 1.000 muertos, 157 prisioneros y una enorme cantidad de bagajes. Acha perdió entre muertos y heridos la mitad de su división, de ellos 170 muertos, siendo baja un gran número de oficiales.

Continua en la Batalla de Angaco VII – Consecuencias

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